domingo, 7 de marzo de 2010

El ataque a Vejovis


Vejovis. Un arcángel de La Hueste.

Para quienes recuerdan la Edad de la Ira, el ataque contra Vejovis fué un famoso magnicidio. No sin lucha, el objetivo se logró, y Vejovis fué asesinado.
Según algunos, el crater de Arizona se causó cuando el cuerpo de Vejovis cayó al suelo. Según los Fausticos, y especialmente su lider, el Namaru Belphigor, (antiguo mandatario de la Legión Carmesí) esto es cierto. De hecho, Belphigor porta una terrible espada, que asegura está forjada con el cerebro de Vejovis.

Leer más... Belphigor habita el cuerpo de Paris Murdoe, un atlético paracaidista de la Guardia Costera que pasa en Arizona el tiempo que su trabajo le permite (Arizona no tiene mar) Es arrogante, un brillante estratega, y un gran negociador y adulador.

Las novelas nos dan una narración sobre el ataque a Vejovis


Mientras Sabriel dormía, comenzó a soñar.
Por el día, abrumada por las minucias mortales de la mente y los recuerdos de Christina Vadrudakis, las remembranzas de Sabriel de épocas antiguas estaban nubladas, desdibujadas, como en un sueño. Pero de noche, cuando el cerebro de Christina se sosegaba, el Elohim que albergaba dentro podía rememorar el pasado. Sólo recordaba fragmentos, pero el mundo había sido mucho mayor entonces, tan profundo y complejo que incluso los retazos nocturnos que acudían a ella parecían más vividos y reales que el mundo de centavos, comida rápida y clips en el que se movía cuando despertaba. Ese lugar mezquino era el mundo de Christina. En sueños, Sabriel recordaba el suyo.
Soñó que se encontraba de nuevo en las fértiles llanuras conocidas como el Mar de Grano, en presencia de la archiduquesa Azacachia. Pero Sabriel no estaba sola, ya que quinientos rebeldes se habían reunido para este ataque. Todos ellos eran voluntarios, a pesar de que muchos sabían que no iban a regresar.
--Compañeros de armas -dijo Azacachia-, hoy nos enfrentamos a una misión de gran peligro, pero también de gran gloria. Nuestras batallas hasta la fecha apenas han sido sino escaramuzas inconclusas, banales, poco más que arañazos superficiales. ¿Por qué? ¿Por qué somos incapaces de asestar un golpe decisivo contra las fuerzas de la ignorancia y la represión? Porque nos mostramos reacios a buscar ayuda en la humanidad, aunque pueden probar que tienen tal poder que incluso un serafín lo temería. Ahora nos preparamos para embarcarnos en esta gran empresa. ¡Ahora veremos cuan grande puede ser el poder del Hombre, cuando arrojemos la fuerza de sus hijos contra los siervos de Dios!
Los soldados rompieron en vítores, levantando las espadas y guadañas, batiendo palmas y alas. Con sus garras y plumas refulgiendo con negros destellos de mica. Azacachia pidió silencio con un gesto.
--Nos hemos preparado para esto. Hemos planeado las tareas. Sé que puedo contar con que todos y cada uno de vosotros os comportaréis con honor. Incluso si perdemos, una derrota valiente será más gloriosa que cualquier obediencia ciega a una autoridad tiránica. Pero con coraje y fuerza y la fe de nuestros seguidores... ¡No perderemos!
Al frente de la unidad de Sabriel estaba Hasmed el Defensor, ataviado con alas de humo, con la maza y el venablo aprestados para el inminente conflicto. Con el rango de comandante, Hasmed era su oficial directo en esta misión, aunque ella solía servir bajo las órdenes de otro, un Señor de la Casa de las Olas. La unidad que comandaba Hasmed era de combate: voladores veloces y guerreros vigorosos empleados en asaltos relámpago. Sabriel no era una luchadora. Su cometido era completamente diferente.
La misión consistía sólo en intentar aniquilar al propio Vejovis, un serafín del Ejército Celestial. Uno de los ángeles más poderosos, Vejovis había contado en sus ejércitos con la lealtad de Hasmed, junto con la de miríadas de ángeles del firmamento. Pero ahora, sus antiguos subordinados se alzaban en armas contra él y guerreaban contra el Ejercito Celestial, el Coro y El que está por Encima de todos.
Sabriel sólo esperaba que la nueva arma que tenían fuese tan efectiva como creía Azacachia.
--¿Eres tú uno de los guías de plegarias? -Al girarse para descubrir quién hablaba, Sabriel vio una figura de luz radiante, que centelleaba con la gloria que sólo pertenecía a la Casa del Amanecer (y a aquellos expulsados de allí).
--Sí -dijo-, mi nombre es Sabriel.
--Yo soy Gaviel. ¿Es esta tu primera acción en una batalla?
--Realmente yo no voy a luchar.
--Con Vejovis, nunca se sabe. Quizás no luches, pero él ve a lo lejos y golpea con fuerza. Mantén tus sentidos alerta.
--Mi peligro no es nada comparado con el que arrostráis los que voláis al ataque.
Gaviel se encogió de hombros.
--Sólo espero que puedas debilitarlo lo suficiente.
--Si puede hacerse, lo haré.
--Excelente. -Se volvió y tocó el hombro de otro de los caídos-. ¿Avitu? ¿Conoces a Sabriel?
--Un poco. -Como Hasmed, Avitu era un ángel del viento, la vida y la protección.
--El cometido de Avitu es protegerte a ti y a los otros guías de plegarias -le explicó Gaviel-. Ella cuidará de ti.
--Lo sé -dijo Sabriel, agradecida por sus palabras alentadoras-. Ya me lo han explicado antes. -Avitu sonrió y Sabriel respondió con otra sonrisa.
--La he visto guerrear -dijo Gaviel-, estás en buenas manos.
En ese momento, Azacachia hizo sonar su olifante y las tropas que tenía ante sí se elevaron en el aire como uno solo. Hasmed, Gaviel y los otros atacantes se dividieron en batallones, unos sobrevolando las copas de los árboles, otros volando en la distancia a gran altura, como bandadas de aves. Asintiendo con la cabeza, Avitu se colocó a media distancia, con Rabbadün el Vidente del Tiempo a su lado.
Sabriel volaba bajo hacia la ribera de un río. En la otra orilla se encontraban filas y filas de mortales, agrupándose ansiosamente, observando al Elohim preparado para la batalla.
Con un gesto, Sabriel invocó al agua, haciendo que se arremolinara y se levantase en forma de un gran surtidor de aguas trenzadas. Con un gruñido de las profundidades de su garganta, la transformó en hielo y se posó en la espiral helada.
--¡Bienamados! -clamó a la multitud que tenía debajo-. ¡Ahora es vuestro momento! Así como nosotros os hemos concedido mercedes, así ahora os las imploramos a vosotros. Nosotros que desafiamos al Creador de Todo en vuestro nombre os pedimos que nos protejáis de sus siervos vengativos. ¡Sólo vuestra fe puede hacernos fuertes! ¡Sólo vuestra confianza puede tornar débil al gran Vejovis!
Mientras los guiaba, los mortales rompieron a cantar.

"Gran Azacachia,
Señora de las profundidades de la tierra.
Mientras alabemos tu gran sabiduría,
Grandes bendiciones cosecharemos.

Vodantu, que lee las estrellas.
Señor de las esferas renegridas,
muéstranos qué depara el futuro,
en respuesta a nuestras esperanzas y miedos".

Contemplando a aquellos hombres y mujeres, Sabriel los vio temblar como uno solo y oyó cómo vacilaban sus voces a medida que la oscuridad caía sobre la tierra. Se giró levemente, echando un vistazo por encima de su hombro, pero no pudo apartar la vista de la visión que contemplaba.
Vejovis, Rey de la Tempestad, había llegado.
Se cernía sobre la llanura como una montaña en el cielo. Las oscuras nubes de sus alas se extendían por todo el horizonte, de uno a otro confín, y en sus carbonosas simas fulguraban llameantes hileras de relámpagos. Sus ojos, del color gris de las tormentas, contemplaban todo con juicio implacable y en su mano sostenía un látigo grande como una colina.
--¡Cantad! -gritó Sabriel-. ¡Os necesitan! ¡Sólo vosotros podéis salvarlos! -Pero ante la descomunal masa de uno de los más invencibles siervos de Dios, las palabras se perdieron en sus gargantas.
Azacachia, que había alcanzado el tamaño de un acantilado, se elevó y aulló mientras se precipitaba en veloz carrera. El látigo de Vejovis serpenteó por el cielo y su chasquido produjo truenos. El choque agostó la hierba de las llanuras, arrancó las hojas de los árboles, sacudió las plumas de todos los ángeles rebeldes alzados contra él. Pero Azacachia no fue vencida. Retrocedió y cayó durante un angustioso momento, pero luego se recobró, batiendo sus enormes alas de piedra negra y dirigiéndose de nuevo hacia su enemigo.
Cuando advirtieron que Azacachia había resistido el golpe, los otros atacantes se abalanzaron como un enjambre de abejas. Embistieron con fuego y relámpagos y con el poder de la muerte.
Sabriel giró los ojos hacia los mortales y cantó con ellos. Siendo como eran tan sólo humanos, sus voces carecían de su perfección, pero la de ella podía guiar los dispares tonos, con virtiendo sus desacordes y notas erradas en parte de una armonía mayor.

"Alabamos al poderoso Gaviel,
Gloria del sol de verano,
nos concediste la confianza y la luz,
te adoramos, oh, tú, el radiante"

El látigo de trueno chasqueó de nuevo y, esta vez, golpeó a otro de los guías de plegarias. Avitu y Rabbadün se interpusieron para bloquear el ataque pero sólo consiguieron disminuir su fuerza. El trueno del impacto agrietó la torre de Sabriel y, cuando el látigo colisionó, su víctima cayó. Su torre de hielo se deshizo en agua al instante, derramándose por doquier. Con un gesto de la mano y el ala, Sabriel logró que la ola se desviara y de este modo no se precipitara sobre los mortales.
--¡Aquí! -cantó-. ¡Conmigo! -El agua estaba en calma y desaparecía en la tierra en torno a los hombres, convirtiendo el suelo firme en un pantano cenagoso, pero ellos nadaron con arrojo y empeño y la siguieron (algunos de ellos seguían cantando mientras lo hacían).
--¡BLASFEMOS! -gritó Vejovis. Su tono no era de ira, sino más bien de sorpresa, horror y lástima infinita. Atreviéndose a volver la vista hacia la batalla, Sabriel se asombró al ver sangre en el rostro del serafín, que caía como lágrimas o lluvia sobre la tierra. Su látigo y sus rayos habían acabado con docenas de rebeldes, pero era patente que ellos, a su vez, también lo estaban hiriendo.

"Sabriel del Mar Oriental,
Bendícenos a todos nosotros con dulce amor.
Bajo tu amparo estaremos
a salvo de la ira celeste".

A medida que le dirigían esta plegaria, Sabriel sintió una oleada de fuerza. Era una sensación de mareo, sobrecogedora y escalofriante: no había nada parecido. Con sólo pestañear un ojo, pudo subyugar la crecida, depositando a los esforzados nadadores en la orilla con sumo cuidado. Su canción resonó de nuevo, uniendo a sus seguidores aún más, hasta que ya no fue un coro de asustadizos y esperanzados mortales sino algo más. Con ella, se convirtieron en un pozo viviente de fe, y ella bebió con ansia de su deliciosa esencia, sin saciarse nunca. Sentía como si estuviera hinchándose, expandiéndose por los campos y hacia el cielo, creciendo hasta que la batalla no era sino una parte de ella misma. Vejovis no era sino una mota en el ojo.
Se puso en guardia cuando Rabbadün le dijo a Avitu:
--¡Sabriel es el siguiente objetivo!
El rayo de fuego divino sólo tardó un instante en cruzar la distancia entre Vejovis y ella, pero Avitu era aún más rápida. Saltando para salvaguardar a su protegida, la que fue una vez Ángel Defensor detuvo lo peor del golpe. La energía restante que golpeó a Sabriel era aún siete veces más ardiente que la superficie del sol, capaz incluso de matarla a ella y a una docena como ella... Pero Sabriel tenía el pozo mortal de fe como protección. Extrayendo poder de esa fuente, reconstruyó su cuerpo una y otra vez cuando el fuego la consumía, hasta que la rabia del gran ángel cesó. Ella resistió.
Avitu se derrumbó sobre el suelo como una piedra.
--¡Avitu! -clamó Sabriel, y su grito era una canción-. ¡Cantad por él, mis hombres! ¡Cantad por vuestro protector!
--¡Avitu! ¡Avitu! ¡Avitu! -Habían olvidado los versos. Sabriel les estaba desorientando, pero su pasión y fidelidad seguían intactas.
--¡Avitu! ¡Avitu! ¡Avitu!

2 comentarios:

Joganth dijo...

Me encanta la trilogía de los Caidos, pero sin duda la batalla contra Vejovis es la parte que más me gustó.

Me gustaría saber que más hicieron los Fáusticos del cuerpo del gran angel.

Lord Tzimize dijo...

Lo copié precisamente por que comentaste que te gustaba, y yo lo veo como un ejemplo de como podrían ser las batallas entre elohim (desde la óptica de como usaban a sus fieles) Me parece un poco pobre el limtarse a tenerles "orando" y dando fé, pero bueno, gusta, se pone.

Sobre que más hicieron los Fausticos con el cuerpo de Vejovis, me vas a permitir que no entre, es info spoiler que además queda fuera del artículo, pero puedes leerlo tu mismo en el libro del narrador, este artículo toca lo imprescindible ese punto