sábado, 18 de abril de 2009

La Sociedad de Leopoldo IV


Un vistazo a 4 de los nombres mas comunmente escuchados cuando se habla de los cargos de La Sociedad de Leopoldo

Leer más... Leopoldo de Marnau.

Leopoldo de Marnau es, sencillamente, la mejor conocida y más importante figura en la historia de la Sociedad que lleva su nombre. Aunque sus actos y creencias apenas se reflejan en las crónicas históricas ordinarias, su importancia no puede ser pasada por alto.
Leopoldo nació en 1176, y comenzó a prepararse para el sacerdocio a edad muy temprana. El suyo era un camino de fe y piedad, y era bien conocido por sus exitosas plegarias y exhortaciones a la vida santa. En el año 1200 coqueteó brevemente con la posibilidad de unirse a la Orden de San Miguel, considerándola una fuente de gran fuerza espiritual. Por las razones que fuesen (gran parte de este período no está cubierta por sus diarios) acabó desechando la idea. En 1215, su fama llamó la atención de Santo Domingo, y se contó entre los primeros escogidos para formar parte de la nueva Orden Dominicana. En 1224, Leopoldo fue enviado para tratar el problema de los Cátaros.
Las primeras experiencias de Leopoldo como Inquisidor están bien detalladas en sus diarios, que forman parte del Testamento de Leopoldo. Entre ellas se cuenta su primera experiencia con el oscuro mundo de lo sobrenatural. En 1231, Leopoldo abordó al Papa Gregorio IX, y éste le confió la responsabilidad de buscar a los seres malignos que infestaban la sociedad y la creación.
Poco después de la creación de su Sociedad, Leopoldo empezó a recibir visiones apocalípticas que le alertaban de la inminente Parousia, el segundo advenimiento de Jesús. Llegó a creer que sus seguidores eran miembros de una nueva Cruzada, más importante que cualquier otra. La Sociedad de Leopoldo era la vanguardia de los ejércitos de la Iglesia, y su misión era la de proteger a los siervos de Dios de las huestes del Enemigo.
Leopoldo murió en 1255, asesinado a la luz del día por un campesino, del que más tarde se supo que era el servidor humano de un vampiro en cuya destrucción Leopoldo estaba especialmente interesado. El vampiro y su servidor humano fueron pronto localizados y destruidos en un enfrentamiento que también costó las vidas de cinco Inquisidores. Sólo la guardia personal de Leopoldo y dos ayudantes fueron testigos del ataque del fundador de la Sociedad, y su cuerpo fue encerrado inmediatamente en un féretro de hierro sellado, por miedo a que los sobrenaturales profanasen el cadáver de alguna forma.
Leopoldo fue enterrado en una tumba privada de Roma. Cuando la Sociedad recibió el monasterio de San Michele, el féretro de hierro fue trasladado a una tumba en los sótanos especialmente rediseñada para este propósito. Es raro que el lugar se encuentre vacío, pues los Inquisidores fatigados rezan aquí todos los días para recuperar fuerzas y seguir adelante en su nombre.
A lo largo de la historia de la Sociedad, algunos de sus miembros han señalado que el cuerpo de Leopoldo podría ser una gran fuente de reliquias, aunque la Inquisición no pone pegas al saqueo de otros cuerpos en busca de herramientas para su trabajo, esto pareció canibalismo a muchos, pero de todas formas, los restos de Leopoldo están sellados dentro del féretro.
Algunos visionarios de la Sociedad han proclamado que el féretro se abrirá cuando llegue la Parousia, y que Leopoldo dirigirá de nuevo a sus ejércitos. Otros han especulado con la idea de que el féretro esté ya vacío.

Bernardo Gui.

Bernard Gui, o Bernardus Guidonus (1261-1331), fue una de las figuras señoras de la Inquisición. Su manual, Practica Inquisitionis Heretice Pracitaits (1325), sentó las bases de la filosofía y el procedimiento inquisitoriales básicos. Su labor como Inquisidor, centrada en Tolosa durante unos 15 años, fue prodigiosa: llegó a investigar más de 900 casos.
Su labor como Inquisidor no frenó la carrera de Gui; estudió filosofía y teología, y ocupó cargos de sublector, lector y prior por toda Francia. En 1323 se convirtió en obispo de Tuy, en España. Su intervención en 1327 en un caso particularmente difícil, que incluía herejía, asesinato y brujería en una anónima abadía italiana está ampliamente documentada; sin embargo, los rumores de que murió en la abadía a manos de una multitud enfurecida son totalmente falsos. Gui falleció en 1331, y fue enterrado en la iglesia Dominicana de Limoges.
Bernard Gui no llegó a ser miembro de la Sociedad de Leopoldo, aunque fue amigo de muchos Inquisidores que sí lo eran. Su principal preocupación era la herejía más que la brujería, pero los Inquisidores le consultaban en numerosas ocasiones.

Ingrid Bauer

Conocida como la Doncella de Hierro. Una mujer adusta y sin sentido del humor. La antigua Provincial de Austria es una de las más temidas de la Sociedad. Se susurra (pero nunca al alcance de su oído, por supuesto) que sus Inquisidores le tienen más miedo a ella que a todas las tropas infernales juntas. Es fría, despiadada y bastante antipática; los demás Provinciales se quejaban de que era tozuda y se neguaba a escuchar cualquier opinión que entrase en conflicto con la suya. No se fía de nadie, y, francamente, no le importa si no cae bien a los demás.
Por otra parte, Bauer es una Inquisidora extremadamente eficaz. En el curso de su carrera le clavó la estaca a 15 sujetos, 14 de ellos confirmados como vampiros. Su prioridad actual es investigar la desaparición del anterior Provincial de Austria. Pidió a San Michele que enviase un Censor para investigar a los restantes miembros del Cenaculum de Viena. Argumenta que esto es necesario para determinar la seguridad de la Sociedad en Austria, pero sus detractores sospechan que lo ha hecho sólo por el placer de intimidar.
Ingrid Bauer se unió a la Sociedad con poco más de 20 años, y su celo no ha disminuido en el último cuarto de siglo. Pero sus métodos han ido desviándose hacia lo extremo. Siente un especial desagrado hacia los magos, y está interesada en descubrir qué secretos revelarán bajo sus “cuidados”. Sucedió a Monseñor Carpaccion en 1997 como Inquisidora General. Su primera actuación tras esto, fué reoficilizar 212 métodos de tortura, después de que Monseñor Carpaccio declarase la tortura como una practica inadmisible, y reabrir la cámara de torturas de uno de sus predecesores del Renacimiento.

Amelio Carpaccio


Monseñor Amelio fué el anterior Inquisidor General de la Sociedad de Leopoldo. La sangre del Inquisidor era fuerte en su familia; su padre y su abuelo fueron también sacerdotes ordenados (aunque no de ninguna orden en particular) y miembros de la Inquisición, habiendo engendrado cada uno un hijo para prolongar el legado de la caza de brujas.
Amelio fue dejado en el orfanato de una iglesia, y desde su juventud demostró ser un alma devota. Su padre vigiló la educación y la infancia de Amelio, visitando frecuentemente al niño, que no sabía nada, como padre confesor del orfanato. Cuando Amelio alcanzó la edad de entrar en un seminario, su padre le recomendó al mejor de Roma.
Una semana después, su padre fue encontrado muerto, con la garganta rajada, en un callejón de Roma. Sus pertenencias, incluyendo sus diarios, fueron entregadas de acuerdo con su testamento a Amelio, que estaba cursando su primer año de seminario. La verdad de su filiación fue devastadora para el joven seminarista, que rechazó las creencias de su padre como bobadas enfermas y supersticiosas.
Una noche, años después, visitó la tumba de su padre. Su melancolía nocturna fue interrumpida por la aparición de un hambriento Nosferatu que emergió de su refugio en un mausoleo. Amelio consiguió mantener al vástago alejado de él con la simple fuerza de su fe, sin recurrir a ningún arma ni símbolo sagrado. A la mañana siguiente, volvió a los diarios de su padre, y se puso en contacto con personas mencionadas en ellos; una semana después se había unido a la Sociedad de Leopoldo.
A medida que avanzaba la carrera eclesiástica de Amelio, la de Inquisidor hizo lo mismo. Rápidamente se convirtió en Abbé del Cenaculum de Milán, y más tarde en Provincial de Italia. Su celo, templado por su fe y su temperamento tranquilo, se combinó con la sencillez de su sabiduría y la agudeza de su intelecto, convirtiéndose en un Inquisidor popular y respetado. Cuando llegó el momento de elegir a un nuevo Inquisidor General, Amelio fue la elección fácil.
Inquisidor General desde los 42 años, desde 1980, su carrera estuvo marcada por el intento de llevar lentamente el Santo Oficio a la era moderna (algo muy difícil si se tiene en cuenta el bagaje medieval de la Sociedad), sin recurrir de forma excesiva a la tecnología. Aunque era un hombre amable y compasivo, se oponía fuertemente a la Herejía Florentina. Partidario del exterminio de no-muertos (Sonno gia morti, ya están muertos, solía decir) nunca aprobé, llegando a condenarla formalmente, la practica de la tortura, inciando un debate en el interior de la Sociedad.
Tras 17 años como Inquisidor General, Carpaccio murió en 1997 de un ataque al corazón, siendo sucedido en el cargo por Bauer

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